35 Entonces Eliseo se volvió y salió del cuarto. De nuevo entró en el cuarto hasta que el niño estornudó siete veces y abrió los ojos.
36 Eliseo llamó a Guiezi y le dijo: —¡Llama a la sunamita! Guiezi la llamó y ella se acercó a Eliseo, quien le dijo: —¡Toma al niño!
37 Entonces la mujer sunamita entró al cuarto y arrojándose a los pies de Eliseo, se postró ante él. Entonces ella tomó a su hijo y salió.
38 Eliseo otra vez fue a Guilgal en una época de gran escasez de alimentos en el país. El grupo de profetas estaba sentado ante Eliseo, quien le dijo a su siervo: —Pon una olla grande en el fogón y haz sopa para los profetas.
39 Uno de los profetas salió al campo para juntar unas hierbas y encontró una planta de calabazas silvestres. Juntó las calabazas en su ropa y las llevó, las cortó y las cocinó en la sopa sin saber qué eran.
40 Sirvieron a los hombres para que comieran, pero cuando empezaron a comer, gritaron: —Esta sopa está envenenada. Y ya no comieron más.
41 Pero Eliseo dijo: —Tráiganme harina. Eliseo añadió la harina en la sopa y dijo: —Dénsela a la gente para que coma. Y la sopa no les hizo daño.