5 Ella salió de hablar con Eliseo, entró a su casa y cerró la puerta, con sólo ella y sus dos hijos adentro. Sus dos hijos le llevaban los frascos y ella los llenaba.
6 Cuando todos los frascos ya estaban llenos, ella le preguntó a su hijo: —¿No quedan más frascos? Él le dijo: —No hay más. Entonces el aceite dejó de fluir.
7 Luego le contó al hombre de Dios lo que había pasado, y Eliseo le dijo: —Ve, vende el aceite y paga tu deuda. Con lo que queda podrán sostenerse tú y tus hijos.
8 Un día Eliseo fue a Sunén, donde vivía una mujer importante. Ella insistió en que Eliseo se quedara a comer en su casa. Así que cada vez que Eliseo pasaba por aquel lugar se detenía para comer ahí.
9 La mujer le dijo a su esposo: —Mira, tú sabes que Eliseo es un hombre santo de Dios y que siempre pasa por nuestra casa.
10 Por favor, hagámosle un cuarto en la planta alta. Pongámosle una cama en el cuarto con una mesita, una silla y una lámpara. Entonces, cuando se hospede en nuestra casa podrá tener su propio cuarto.
11 Un día Eliseo se hospedó en la casa y entró al cuarto para descansar.