7 Luego le contó al hombre de Dios lo que había pasado, y Eliseo le dijo: —Ve, vende el aceite y paga tu deuda. Con lo que queda podrán sostenerse tú y tus hijos.
8 Un día Eliseo fue a Sunén, donde vivía una mujer importante. Ella insistió en que Eliseo se quedara a comer en su casa. Así que cada vez que Eliseo pasaba por aquel lugar se detenía para comer ahí.
9 La mujer le dijo a su esposo: —Mira, tú sabes que Eliseo es un hombre santo de Dios y que siempre pasa por nuestra casa.
10 Por favor, hagámosle un cuarto en la planta alta. Pongámosle una cama en el cuarto con una mesita, una silla y una lámpara. Entonces, cuando se hospede en nuestra casa podrá tener su propio cuarto.
11 Un día Eliseo se hospedó en la casa y entró al cuarto para descansar.
12 Eliseo le dijo a su siervo Guiezi: —Llama a esta mujer sunamita. El siervo la llamó y ella fue y lo atendió.
13 Eliseo le dijo: —Ahora dile: “Mira, has hecho lo mejor que has podido para atendernos. ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Quieres que hablemos de tu parte al rey o al comandante del ejército?” Ella contestó: —Estoy contenta viviendo entre mi pueblo.