11 El hombre habló y me dijo: «Estimado Daniel, presta atención a lo que te voy a decir. Levántate porque he sido enviado hasta ti». Cuando dijo eso, yo me levanté temblando.
12 Él dijo: «Daniel no tengas miedo. Dios escuchó tu oración desde el primer día en que decidiste entender las cosas difíciles y humillarte con ayuno. Por eso estoy aquí.
13 Miguel, uno de los príncipes más importantes, me ayudó; porque yo estaba detenido allí junto a los reyes de Persia.
14 Vine para ayudarte a comprender lo que le va a pasar a tu pueblo en los últimos días. Pues esa visión que tuviste es sobre el futuro».
15 Mientras él decía eso yo permanecía con la cabeza agachada sin decir palabra.
16 En ese momento apareció alguien parecido a un ser humano y me tocó los labios. Yo pude hablar de nuevo y le dije al que estaba frente a mí: «Señor, apenas tuve esa visión sentí calambres y perdí el control de mi cuerpo.
17 Señor, soy Daniel tu servidor y siento vergüenza por lo que me ha pasado. ¿Cómo crees que pueda seguir hablando contigo? En este momento todavía me falta la respiración».