21 Allá cerca del río Ahava, les anuncié a todos que debíamos ayunar para humillarnos ante Dios y así poder pedirle que nos concediera un viaje seguro para nosotros, nuestros hijos y nuestras pertenencias.
22 Me apenaba pedirle al rey Artajerjes que nos diera soldados y jinetes para que nos protegieran de los enemigos durante todo el viaje. La razón por la que me apenaba pedirle eso era por lo que le habíamos dicho: «Nuestro Dios está con todos los que confían en él y se enoja con quienes se alejan de su lado».
23 Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios por nuestro viaje y él respondió nuestras oraciones.
24 Luego elegí a doce jefes de los sacerdotes, a Serebías, a Jasabías y a diez de sus hermanos.
25 A ellos les entregue el oro, la plata y las otras cosas que el rey Artajerjes, sus consejeros, sus oficiales importantes y todos los israelitas que estaban en Babilonia dieron para el templo de Dios.
26 Pesé todas esas cosas y en total había veintiún mil cuatrocientos cincuenta kilos de plata, tres mil trescientos kilos de platos y objetos de plata y tres mil trescientos kilos de oro.
27 Les di veinte tazones de oro que pesaban ocho kilos y dos hermosos platos de bronce brillante tan valioso como el oro.