22 Una mujer cananea que vivía en esa región salió y empezó a gritar: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente!
23 Jesús no le decía nada. Entonces los seguidores se acercaron a él y le rogaron: —Por favor, dile que se vaya porque viene gritando detrás de nosotros.
24 Jesús les dijo: —Dios solamente me envió a las ovejas perdidas de Israel.
25 Entonces la mujer se puso enfrente de Jesús, se arrodilló y le dijo: —¡Señor, ayúdame!
26 Jesús le contestó: —No está bien darles a los perros el pan de los hijos.
27 Ella dijo: —Es cierto, Señor, pero hasta los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.
28 Jesús le dijo: —Mujer, tienes mucha fe. Por eso haré lo que quieres que haga. Y en ese momento la hija de la mujer fue sanada.