24-25 Y el profeta emprendió la marcha, pero mientras viajaba solo, salió un león y lo mató. Su cuerpo quedó en el camino, y el burro y el león se quedaron parados junto a él. Los que pasaron y vieron el cuerpo tirado en el camino, y el león tranquilamente parado a su lado, fueron y lo contaron en Betel, donde vivía el profeta anciano.
26 Cuando el anciano profeta se enteró de lo que le había ocurrido, exclamó: «¡Es el profeta que desobedeció la orden del SEÑOR! Por eso, el SEÑOR cumplió su amenaza e hizo que el león lo matara».
27 Entonces dijo a sus hijos:—Ensillen mi burro.Y ellos lo hicieron.
28 El anciano profeta salió, y encontró el cuerpo del profeta tirado en el camino, y el burro y el león estaban aún parados junto a él, porque el león no se había comido el cuerpo ni atacado al burro.
29 Entonces el profeta puso el cuerpo en el burro, lo llevó de regreso a la ciudad para hacer duelo por él y para sepultarlo.
30 Puso el cuerpo en su propia tumba y exclamó: «¡Ay, hermano mío!»
31 Después dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, sepúltenme en la tumba donde está sepultado el profeta. Pongan mis huesos junto a sus huesos.