41 Jesús, compadecido, lo tocó y le dijo:—Quiero; queda curado.
42 E instantáneamente la lepra desapareció y quedó limpio.
43 —Jesús lo despidió de inmediato y le recomendó con seriedad lo siguiente:
44 —Mira, no le digas a nadie que yo te curé. Vete a presentarte ante el sacerdote y llévale la ofrenda que Moisés mandó, para que les conste a los sacerdotes.
45 Pero tan pronto salió de allí, comenzó a divulgar lo que le había sucedido. Como consecuencia de esto, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse en los lugares apartados; y aun así, de todas partes llegaban a él.