3 —Yo soy José —les declaró a sus hermanos—. ¿Vive todavía mi padre?Pero ellos estaban tan pasmados que no atinaban a contestarle.
4 No obstante, José insistió:—¡Acérquense!Cuando ellos se acercaron, él añadió:—Yo soy José, el hermano de ustedes, a quien vendieron a Egipto.
5 Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas.
6 Desde hace dos años la región está sufriendo de hambre, y todavía faltan cinco años más en que no habrá siembras ni cosechas.
7 Por eso Dios me envió delante de ustedes: para salvarles la vida de manera extraordinaria y de ese modo asegurarles descendencia sobre la tierra.
8 Fue Dios quien me envió aquí, y no ustedes. Él me ha puesto como asesor del faraón y administrador de su casa, y como gobernador de todo Egipto.
9 ¡Vamos, apúrense! Vuelvan a la casa de mi padre y díganle: “Así dice tu hijo José: ‘Dios me ha hecho gobernador de todo Egipto. Ven a verme. No te demores.