22 Lo mismo pasó con todos los israelitas que estaban escondidos en los montes de Efraín: cuando supieron que los filisteos huían, también bajaron a perseguirlos.
23 La batalla llegó hasta Bet Avén, y así salvó el Señor al pueblo de Israel.
24 Ese día los israelitas se vieron en aprietos, pues tenían mucha hambre porque Saúl había hecho jurar al pueblo que no comerían en todo el día, hasta que se hubieran vengado de sus enemigos. Cualquiera que desobedeciera quedaría bajo maldición.
25 En cierto momento, el ejército israelita llegó a un bosque en el que había tanta miel que parecía brotar del suelo.
26 Al entrar en él, vieron cómo la miel escurría de los árboles; pero nadie extendió la mano para probar la miel, por temor a la maldición.
27 Sin embargo, como Jonatán no había oído a su padre poner bajo juramento al pueblo, alargó la punta de una vara que traía en la mano, la remojó en un panal de miel, y se la llevó a la boca, con lo que recobró el ánimo.
28 Pero uno de los soldados le dijo:«Tu padre nos hizo jurar solemnemente, cuando dijo: “Maldito sea todo el que hoy tome alimento.” Por eso el pueblo desfallece de hambre.»