7 »Pero bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza.
8 Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos; echa sus raíces junto a las corrientes, y no se da cuenta de cuándo llega el calor; sus hojas siempre están verdes, y en los años de sequía no se marchita ni deja de dar fruto.»
9 El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?
10 «Lo conozco yo, el Señor, que escudriño la mente y pongo a prueba el corazón; que pago a cada uno según su conducta y según el resultado de sus obras.»
11 El que amontona riquezas mal habidas se parece a la perdiz, que cubre los huevos que no puso. A la mitad de su vida pierde esas riquezas, y al final se queda como un tonto.
12 Desde el principio, nuestro santuario es un lugar excelso; ¡es el trono de la gloria!
13 Señor, esperanza de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados; los que se apartan de ti serán como nombres escritos en la arena, por haberte abandonado a ti, Señor, que eres manantial de aguas vivas.