25 Discutí con esos hombres y los maldije. A algunos les di de golpes, les arranqué el cabello y los obligué a prometer, en nombre de Dios, que ni ellos ni sus hijos o hijas se casarían con extranjeros.
26 Además, les recordé:«Ustedes han cometido el mismo pecado que cometió Salomón. Entre muchas naciones no hubo un rey como él. Dios lo amó y lo puso como rey sobre Israel, pero fueron sus esposas extranjeras las que lo hicieron pecar.
27 Por eso, nosotros no vamos a permitir que se cometa este grave pecado contra nuestro Dios. No traicionaremos a Dios casándonos con mujeres extranjeras».
28 Joiadá, que era hijo del jefe de los sacerdotes, tenía un hijo que se casó con una extranjera. Ella era hija de Sambalat el de Horón. Así que obligué al hijo de Joiadá a irse lejos de Jerusalén. Luego hablé con Dios, y le dije:
29 «¡Dios mío, castiga a los sacerdotes y a los ayudantes que no han respetado el pacto que hicieron contigo!»
30 De esta manera los separé de los extranjeros y de todo lo que tuviera que ver con ellos. Luego organicé los turnos de los sacerdotes y de sus ayudantes, cada uno en su tarea.
31 Organicé también a los que traían la leña, para que lo hicieran en las fechas indicadas, y organicé la entrega de los primeros frutos. Luego le dije a Dios: «¡Acuérdate de mí, Dios mío, y trátame bien!»