33 y al ver ellos que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirle.
34 Pero un soldado, disparando su arco al azar, hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Este ordenó entonces al conductor de su carro:–Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido.
35 La batalla fue dura aquel día, y al rey se le mantuvo en pie en su carro, haciendo frente a los sirios. Pero a la tarde murió, pues la sangre de su herida corría por la plataforma del carro.
36 Cuando ya el sol se ponía, corrió la voz entre las filas del ejército: “¡Cada cual a su pueblo y a su tierra,
37 porque el rey ha muerto!”Entonces el rey fue llevado a Samaria, y allí lo enterraron.
38 Después lavaron el carro en el estanque de Samaria, donde se bañaban las prostitutas, y los perros lamieron la sangre de Ahab, conforme a lo que el Señor había anunciado.
39 El resto de la historia de Ahab y de todo lo que hizo, y del palacio de marfil y las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la crónicas de los reyes de Israel.