10 Y Ana, llorando y con el alma llena de amargura, se puso a orar al Señor
11 y le hizo esta promesa: “Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo.”
12 Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca;
13 pero ella oraba mentalmente. No se escuchaba su voz; solo se movían sus labios. Elí creyó entonces que estaba borracha,
14 y le dijo:–¿Hasta cuándo vas a estar borracha? ¡Deja ya el vino!
15 –No es eso, señor –contestó Ana–. No es que haya bebido vino ni licor, sino que me siento angustiada y estoy desahogando mi pena delante del Señor.
16 No pienses que soy una mala mujer, sino que he estado orando todo este tiempo porque estoy preocupada y afligida.