9 Pero al saber David que Saúl pensaba atacarle, ordenó al sacerdote Abiatar que le trajera el efod para consultar al Señor.
10 Y dijo David:–Señor y Dios de Israel, este siervo tuyo sabe que Saúl se propone venir a Queilá y destruirla por causa mía.
11 ¿Vendrá Saúl a buscarme, según he sabido? ¿Me entregarán a él los habitantes de Queilá? ¡Señor y Dios de Israel, este siervo tuyo te ruega que se lo digas!El Señor contestó:–Saúl vendrá.
12 Entonces David preguntó:–¿Nos entregarán los habitantes de Queilá, a mí y a mis hombres, en poder de Saúl?Y el Señor respondió:–Os entregarán.
13 Entonces David y sus hombres, que eran alrededor de seiscientos, salieron de Queilá y anduvieron sin rumbo fijo. Y cuando le llegó a Saúl la noticia de que David había escapado de Queilá, ya no hizo nada por perseguirlo.
14 Así David se quedó a vivir en unas fortalezas que había en un monte del desierto de Zif, y aunque Saúl lo buscaba todos los días, Dios no lo puso en sus manos.
15 Sin embargo, David tenía miedo de Saúl, porque este había salido con intención de matarlo. Por eso se quedó en Hores, en el desierto de Zif.