20 Yo no quisiera que mi sangre fuera derramada lejos de la presencia del Señor, ¡pero Su Majestad ha salido en busca de una pulga, y me persigue por los montes como a una perdiz!
21 Entonces Saúl dijo:–¡David, hijo mío, reconozco que he pecado! ¡Me he portado como un necio y he cometido un gran error! Pero regresa, que no volveré a buscar tu mal, ya que en este mismo día has mostrado respeto por mi vida.
22 David le contestó:–Aquí está la lanza de Su Majestad. Que venga uno de los criados a recogerla,
23 y que el Señor recompense a cada cual según su lealtad y sinceridad. Aunque el Señor puso hoy a Su Majestad en mis manos, no quise alzar mi mano contra el rey que él ha escogido.
24 Y así como hoy he respetado la vida de Su Majestad, así quiera el Señor respetar la mía y me libre de toda angustia.
25 Saúl exclamó entonces:–¡Bendito seas, David, hijo mío! ¡Tú emprenderás grandes cosas y tendrás éxito en todo!Después de esto, Saúl regresó a su casa y David siguió su camino.