8 ¿No formaban los etíopes y los libios un ejército sumamente poderoso, con muchísima caballería y carros de combate? Sin embargo, el Señor los entregó en tus manos porque te apoyaste en él.
9 Pues el Señor está atento a lo que ocurre en todo el mundo, para dar fuerza a los que confían sinceramente en él. ¡En esto has actuado como un tonto! Porque de ahora en adelante tendrás más guerras.”
10 Entonces Asá se enfureció de tal manera contra el profeta, que lo mandó encarcelar. También en aquel tiempo trató brutalmente a algunos del pueblo.
11 La historia de Asá, desde el principio hasta el fin, está escrita en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
12 En el año treinta y nueve de su reinado, Asá enfermó gravemente de los pies; pero en su enfermedad no recurrió al Señor, sino a los médicos.
13 Murió en el año cuarenta y uno de su reinado,
14 y lo enterraron en el sepulcro que había mandado hacer en la Ciudad de David. Lo colocaron en una camilla llena de perfumes y de toda clase de sustancias aromáticas hábilmente preparadas. Luego encendieron en su honor una enorme hoguera.