25 Pero el rey dijo a Sadoc:–Lleva el arca de Dios de vuelta a la ciudad, pues, si el Señor me favorece, hará que yo regrese y vea el arca y el lugar donde se encuentra.
26 Pero si me dice que no le agrado, aquí me tiene; que haga conmigo lo que mejor le parezca.
27 Dijo también el rey a Sadoc, el sacerdote:–Mira, tú y Abiatar regresad tranquilamente a la ciudad con vuestros dos hijos. Tú con tu hijo Ahimaas, y Abiatar con su hijo Jonatán.
28 Mientras tanto, yo me quedaré en los llanos del desierto, hasta que me lleguen noticias vuestras.
29 Sadoc y Abiatar llevaron el arca de Dios de vuelta a Jerusalén, y se quedaron allí.
30 David subió la cuesta de los Olivos; iba descalzo y llorando, y con la cabeza cubierta en señal de dolor. Toda le gente que le acompañaba llevaba también cubierta la cabeza y subía llorando.
31 Y cuando contaron a David que Ahitófel era uno de los que conspiraban con Absalón, David rogó al Señor que hiciera fracasar los planes de Ahitófel.