8 Entonces el rey se levantó y fue a sentarse a la puerta de la ciudad. Y cuando se informó a todo el pueblo de que el rey estaba sentado a la puerta, fueron todos a presentarse ante él.En cuanto a los de Israel, todos ellos habían huido a sus casas.
9 Y en todas la tribus de Israel la gente discutía y decía: “El rey David nos libró del dominio de nuestros enemigos, los filisteos; sin embargo, por causa de Absalón ha tenido que huir del país.
10 Y Absalón, a quien nosotros habíamos consagrado como nuestro rey, ha muerto en la batalla. ¿Qué esperamos, pues, que no hacemos volver al rey David?”
11 Este comentario de todo Israel llegó hasta la casa del rey David. Entonces él mandó recado a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciéndoles: “Hablad con los ancianos de Judá y preguntadles por qué se retrasan en hacer que yo regrese a mi palacio.
12 Decidles que no hay razón para que ellos sean los últimos en hacerme volver, puesto que son mis hermanos de tribu.”
13 Además ordenó que se le dijera a Amasá: “Tú eres de mi misma sangre, así que de ahora en adelante tú serás el general de mi ejército, en lugar de Joab. Y si no te lo cumplo, que el Señor me castigue con dureza.”
14 Así convenció a los hombres de Judá, y todos ellos, como un solo hombre, mandaron a decir al rey que volviera con todos sus oficiales.