1 El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro de treinta metros de alto por tres de ancho, y ordenó que la pusieran en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.
2 Después mandó llamar a todos los gobernadores regionales, jefes del ejército, gobernadores provinciales, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás autoridades de las provincias, para que asistieran a la dedicación de la estatua que él había mandado hacer.
3 Todas aquellas grandes personalidades de la nación se reunieron ante la estatua, para celebrar su dedicación.
4 El encargado de anunciar el comienzo de la ceremonia ordenó en voz alta: “Atención, gentes de todos los pueblos, naciones y lenguas:
5 En cuanto oigáis tocar la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el salterio, la gaita y todos los instrumentos musicales, os pondréis de rodillas y adoraréis la estatua de oro que hizo construir el rey Nabucodonosor.
6 Todo aquel que no se arrodille y adore la estatua, será arrojado inmediatamente a un horno encendido.”
7 Así pues, en cuanto la multitud allí reunida oyó el sonido de todos aquellos instrumentos de música, se puso de rodillas y adoró la estatua de oro.