11 que ordenaste por medio de los profetas, tus servidores. Tú nos advertiste que el país en el que íbamos a entrar y del que íbamos a tomar posesión estaba corrompido por la maldad de la gente de aquellos lugares, que con sus odiosas costumbres paganas lo habían llenado de prácticas impuras.
12 También nos dijiste que no debíamos casar a nuestras hijas con sus hijos, ni aceptar que sus hijas se casaran con nuestros hijos, ni procurar nunca la paz y el bienestar de esa gente, a fin de mantenernos fuertes, disfrutar de la bondad del país y dejárselo luego todo a nuestros descendientes como su herencia para siempre.
13 “Después de todo lo que nos ha ocurrido por causa de nuestras maldades y grave culpa, y aunque no nos has castigado como merecíamos por nuestros pecados, sino que nos has dado esta libertad,
14 ¿podríamos acaso volver a desobedecer tus mandamientos y emparentar con gentes de tan odiosas costumbres? ¿Acaso no te enojarías contra nosotros y nos destruirías hasta que no quedara con vida ni uno solo de nosotros?
15 “Señor, Dios de Israel, tú has sido justo con nosotros; tú has permitido que un grupo de nosotros haya logrado sobrevivir, como hoy se puede ver. Y nosotros somos realmente culpables delante de ti; por eso no podemos estar en tu presencia.”