2 Allí el ángel del Señor se le apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés miró atentamente y se dio cuenta de que la zarza ardía en el fuego, pero no se consumía.
3 Entonces pensó: “¡Qué cosa tan extraña! Voy a ver por qué no se consume la zarza.”
4 Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, le llamó desde la zarza:–¡Moisés! ¡Moisés!–Aquí estoy –contestó Moisés.
5 Entonces Dios le dijo:–No te acerques. Y descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado.
6 Y añadió:–Yo soy el Dios de tus antepasados. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.Moisés se cubrió la cara, pues tuvo miedo de mirar a Dios;
7 pero el Señor siguió diciendo:–Claramente he visto cómo sufre mi pueblo que está en Egipto. Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren.
8 Por eso he bajado, para salvarlos del poder de los egipcios; voy a sacarlos de ese país y voy a llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua. Es el país donde viven los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos.