1-3 Yo, el sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, estaba un día a orillas del río Quebar, en Babilonia, entre los que habían sido llevados al destierro. En esto se abrió el cielo, y vi a Dios en una visión. Era el día cinco del cuarto mes del año treinta, cinco años después de que el rey Joaquín fuera llevado al destierro. El Señor puso su mano sobre mí.
4 Entonces vi que del norte venía un viento huracanado; de una gran nube salía un fuego como de relámpagos, y a su alrededor había un fuerte resplandor. En medio del fuego brillaba algo semejante al metal bruñido,
5 y en el centro mismo había algo parecido a cuatro seres con aspecto humano.
6 Cada uno de ellos tenía cuatro caras y cuatro alas;