1 El Señor se dirigió a mí y me dijo:
2 “Tú, hombre, vives en medio de un pueblo rebelde. Tienen ojos para ver, pero no ven; y oídos para oir, pero no oyen, porque son un pueblo rebelde.
3 Por eso, prepara lo necesario para salir al destierro y, en pleno día y a la vista de todos, sal de tu casa y vete a otro lugar; tal vez se den cuenta de que son un pueblo rebelde.
4 En pleno día y a la vista de todos, saca tus cosas como para ir al destierro; y por la tarde, también a la vista de todos, sal como si fueras al destierro.
5 Después haz un boquete en el muro, a la vista de todos, y sal por él con tus cosas.
6 Y cuando oscurezca, échate al hombro tus cosas y sal con ellas a la vista de todos. Tápate la cara, de modo que no puedas ver el país. Quiero que seas una señal de alarma para el pueblo de Israel.”
7 Yo preparé mis cosas tal como el Señor me lo había ordenado, y en pleno día salí con ellas, como quien va al destierro. Por la tarde hice con mis manos un boquete en el muro y, cuando oscureció, a la vista de todos me eché las cosas al hombro y salí con ellas.