2 “Tú, hombre, hazle ver a Jerusalén las cosas tan detestables que ha hecho.
3 Dile: ‘Esto dice el Señor: Por lo que toca a tu origen, tú, Jerusalén, eres cananea de nacimiento; tu padre fue amorreo y tu madre hitita.
4 El día en que naciste no te cortaron el ombligo ni te bañaron, no te frotaron con sal ni te fajaron.
5 Nadie tuvo compasión de ti ni se preocupó de hacerte esas cosas. El día en que naciste te dejaron tirada en el campo porque sentían asco de ti.
6 Yo pasé junto a ti, y al verte pataleando en tu sangre, decidí que debías vivir.
7 Te hice crecer como una planta del campo. Te desarrollaste, llegaste a ser grande y te hiciste mujer. Tus pechos se hicieron firmes y te brotó el vello; pero estabas completamente desnuda.
8 ‘Volví a pasar junto a ti y te miré; estabas ya en la edad del amor. Extendí mi manto sobre ti, cubrí tu cuerpo desnudo y me comprometí contigo; hice un pacto contigo y fuiste mía. Yo, el Señor, lo afirmo.