2 “Tú, hombre, habla en mi nombre contra los pastores de Israel. Diles: ‘Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se cuidan a sí mismos! Lo que deben cuidar los pastores es el rebaño.
3 Vosotros os bebéis la leche, os hacéis vestidos con la lana y matáis las ovejas más gordas, pero no cuidáis el rebaño.
4 No ayudáis a las ovejas débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las que tienen una pata rota, ni hacéis volver a las que se extravían, ni buscáis a las que se pierden, sino que las tratáis con dureza y crueldad.
5 Mis ovejas se quedaron sin pastor, se dispersaron y las fieras salvajes se las comieron.
6 Se dispersaron por todos los montes y cerros altos, se extraviaron por toda la tierra y no hubo nadie que se preocupara por ellas y fuera a buscarlas.
7 ‘Así que, pastores, escuchad bien mis palabras.
8 Yo, el Señor, lo juro por mi vida: Fieras salvajes de todas clases han robado y devorado a mis ovejas, que no tienen pastor. Mis pastores no van en busca de las ovejas. Los pastores cuidan de sí mismos, pero no de mi rebaño.