1 La serpiente, que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer:–¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?
2 La mujer le contestó:–Podemos comer del fruto de cualquier árbol,
3 menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.
4 Pero la serpiente dijo a la mujer:–No es cierto. No moriréis.
5 Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios.
6 La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió.
7 En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.