22 Rubén les contestó:–Ya os dije que no hicierais daño al muchacho; pero no me hicisteis caso y ahora tenemos que responder de su muerte.
23 Ellos no sabían que José los entendía, porque él había estado hablándoles por medio de un intérprete.
24 José se apartó de ellos y se echó a llorar. Cuando regresó a donde ellos estaban y pudo hablarles, apartó a Simeón y, a la vista de ellos, hizo que lo ataran.
25 Después ordenó que les llenaran de trigo sus costales, que devolvieran a cada uno su dinero poniéndolo dentro de cada costal, y que les dieran comida para el camino. Así se hizo.
26 Entonces ellos cargaron el trigo en sus asnos y se fueron de allí.
27 Cuando llegaron al lugar donde iban a pasar la noche, uno de ellos abrió su costal para dar de comer a su asno y vio que su dinero estaba allí, en la boca del costal.
28 Entonces dijo a sus hermanos:–¡Mirad, me han devuelto mi dinero! ¡Aquí está, en mi costal!Todos ellos se asustaron mucho, y temblando de miedo se decían unos a otros:–¿Qué es esto que Dios nos ha hecho?