26 pues Josué mantuvo la orden de continuar el ataque a la ciudad hasta destruirlos a todos por completo.
27 Los israelitas se quedaron con los animales y las cosas que había en la ciudad, como el Señor había dicho a Josué,
28 y Josué quemó Ai y la dejó en ruinas para siempre, tal como se ve todavía.
29 Al rey de Ai lo colgó Josué de un árbol, hasta el atardecer; y cuando el sol se puso, mandó que lo bajaran y arrojaran su cadáver a la entrada de la ciudad, y que amontonaran piedras encima de él. El montón de piedras todavía sigue allí.
30 Entonces Josué construyó en el monte Ebal un altar al Señor, el Dios de Israel,
31 tal como Moisés, el siervo del Señor, se lo había ordenado a los israelitas, y conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés: “Un altar de piedras sin labrar.” Entonces los israelitas ofrecieron holocaustos sobre el altar y presentaron sacrificios de reconciliación.
32 Luego, en presencia de los israelitas, Josué grabó en las piedras del altar la ley que Moisés les había dado.