31 Porque, hermanos, todos los días estoy en peligro de muerte. Esto es tan cierto como la satisfacción que siento por vosotros como creyentes en nuestro Señor Jesucristo.
32 Yo he luchado con las fieras en Éfeso, pero ¿qué he ganado con ello? Si es verdad que los muertos no resucitan, entonces, como algunos dicen, “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!”
33 No os dejéis engañar. Como se ha dicho: “Las malas compañías echan a perder las buenas costumbres.”
34 Volved al buen juicio y no pequéis, pues algunos de vosotros no conocen a Dios. Digo esto para que os avergoncéis.
35 Tal vez alguno preguntará: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Qué clase de cuerpo tendrán?”
36 ¡La pregunta es tonta! Cuando se siembra, la semilla tiene que morir para que tome vida la planta.
37 Lo que se siembra no es la planta que ha de brotar, sino un simple grano, sea de trigo o de otra cosa.