5 Por tanto, no os neguéis el uno al otro, a no ser que os pongáis de acuerdo en no juntaros por algún tiempo para dedicaros a la oración. Después debéis volver a juntaros, no sea que, por no poder dominaros, Satanás os haga pecar.
6 Todo esto lo digo más como concesión que como mandamiento.
7 Personalmente quisiera que todos fueran como yo, pero Dios ha concedido a cada uno diferentes dones, a unos de una clase y a otros de otra.
8 A los solteros y a las viudas les digo que es bueno quedarse sin casar, como yo.
9 Pero si no pueden controlar su naturaleza, que se casen, pues más vale casarse que consumirse de pasión.
10 A los casados les doy este mandato, que no es mío sino del Señor: que la esposa no se separe de su esposo.
11 Ahora bien, en caso de que la esposa se separe de su esposo, que no se vuelva a casar o que se reconcilie con él. De la misma manera, el esposo no debe divorciarse de su esposa.