2 Si alguien cree conocer algo, todavía no lo conoce como debe conocerlo;
3 pero si alguien ama a Dios, Dios le conoce a él.
4 En cuanto, pues, a comer carne ofrecida en sacrificio a los ídolos, bien sabemos que un ídolo no tiene valor alguno en el mundo, y que solamente hay un Dios.
5 Pues aunque en el cielo y en la tierra existieran los llamados dioses (y en este sentido hay muchos dioses y muchos señores),
6 para nosotros no existe sino un solo Dios, el Padre, en quien todo tiene su origen y para quien nosotros existimos. Y hay un solo Señor, Jesucristo, por quien todas las cosas existen, y también nosotros.
7 Pero no todos saben esto. Algunos, acostumbrados de antes a adorar ídolos, todavía comen de esa carne pensando que fue sacrificada a los dioses, y su conciencia, que es débil, les hace sentirse contaminados por el ídolo.
8 Claro está que el hecho de que Dios nos acepte no depende de lo que comemos, pues no vamos a ser mejores por comer ni peores por no comer;