8 Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella conforme al propósito que tiene.
9 Hay que recordar que ninguna ley está hecha para quienes practican el bien. La ley está hecha para castigar a los rebeldes y desobedientes, a los malvados y pecadores, a los que no respetan a Dios ni a la religión, a los que matan a su padre o a su madre, a todos los asesinos,
10 a los que cometen inmoralidades sexuales, a los homosexuales, a los traficantes de esclavos, a los mentirosos y a los que juran en falso; es decir, a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza.
11 Y esta sana enseñanza es la que se encuentra en el glorioso evangelio que el Dios bienaventurado me ha confiado.
12 Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, que me ha dado fuerzas, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio.
13 Y eso que yo antes le ofendía con mis palabras, le perseguía y le insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía.
14 Y así nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que tenemos por nuestra unión con Cristo Jesús.