9 No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada;
10 pues Dios es quien nos ha hecho, quien nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según lo que había dispuesto de antemano.
11 Así pues, vosotros, que no sois judíos y que sois llamados “incircuncisos” por los judíos –que circuncidan al hombre en el cuerpo y se llaman a sí mismos “circuncidados”–,
12 recordad que en otro tiempo estabais sin Cristo, separados de la nación de Israel, y que no teníais parte en los pactos ni en la promesa de Dios. Vivíais en este mundo, sin Dios y sin esperanza.
13 Pero ahora, unidos a Cristo Jesús por la sangre que él derramó, vosotros, que antes estabais lejos, habéis sido acercados.
14 Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de judíos y no judíos un solo pueblo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. En su propio cuerpo,
15 Cristo ha puesto fin a la ley consistente en mandatos y reglamentaciones, y de ambos pueblos ha formado uno solo, nuevo y unido a él. Así ha hecho la paz.