19 ni habéis oído el sonido de la trompeta ni la voz de Dios. Los que oyeron esa voz rogaron que no les siguiera hablando,
20 porque no podían soportar la orden que decía: “Al que ponga el pie en el monte, aunque se trate de un animal, hay que matarlo a pedradas.”
21 Tan espantoso era lo que se veía, que el mismo Moisés dijo: “Estoy temblando de miedo.”
22 Vosotros, por el contrario, os habéis acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a muchos miles de ángeles reunidos para alabar a Dios,
23 y a la congregación de los primeros hijos de Dios inscritos en el cielo. Os habéis acercado a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los hombres buenos que Dios ha hecho perfectos,
24 a Jesús, mediador de un nuevo pacto, y a la sangre con que hemos sido purificados, la cual nos habla mejor que la de Abel.
25 Por eso, tened cuidado de no rechazar al que nos habla, pues no escaparon los que rechazaron a Dios cuando él les llamó la atención aquí en la tierra. Y mucho menos podremos escapar nosotros, si volvemos la espalda al que nos llama la atención desde el cielo.