15 Por eso, Jesucristo intervino con su muerte, a fin de unir a Dios y los hombres como mediador de un nuevo pacto o testamento, para que sean perdonados los pecados cometidos bajo el primer pacto y para que aquellos a quienes Dios ha llamado puedan recibir la herencia eterna que él les ha prometido.
16 Para que un testamento entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo otorgó.
17 Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo otorga, sino solo después de su muerte.
18 Por eso, también el primer pacto se estableció con derramamiento de sangre.
19 Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo; después tomó lana roja y una rama de hisopo, las mojó en la sangre de los becerros y los chivos mezclada con agua, y roció el libro de la ley y a todo el pueblo.
20 Entonces les dijo: “Esta es la sangre que confirma el pacto ordenado por Dios para vosotros.”
21 Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos reservados para el culto.