21 Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos reservados para el culto.
22 Según la ley, casi todo tiene que ser purificado con sangre, y no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre.
23 De manera que tales sacrificios eran necesarios para purificar las cosas que son copia de lo celestial; pero las cosas propiamente celestiales necesitan mejores sacrificios que aquellos.
24 Porque Cristo no entró en el santuario construido por los hombres, que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el mismo cielo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor.
25 Y no entró para ofrecerse muchas veces en sacrificio, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena.
26 Si ese fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero no es así. Ahora, al final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado.
27 Y así como todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio,