19 No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero.
20 Ahora bien, si lo que no quiero hacer es lo que hago, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.
21 Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer lo bueno, solo encuentro lo malo a mi alcance.
22 En mi interior me agrada la ley de Dios;
23 pero veo en mí otra ley, que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado que está en mí y me tiene preso.
24 ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo?
25 Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión: entiendo que debo someterme a la ley de Dios, pero en lo débil de mi condición humana estoy sometido a la ley del pecado.