34 Luego Ben-hadad le dijo:—Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo; y tú puedes tener negocios en Damasco, como mi padre los tenía en Samaria.—Yo, por mi parte, me comprometo a dejarte ir —contestó Ahab.De este modo, Ahab hizo un pacto con Ben-hadad y le dejó que se fuera.
35 Sin embargo, un hombre que pertenecía al grupo de los profetas pidió a un compañero suyo, por orden del Señor:—¡Hiéreme, por favor!Pero el otro no quiso hacerlo.
36 Entonces el profeta le dijo:—Por no haber hecho caso a la orden del Señor, un león te atacará cuando te separes de mí.En efecto, en cuanto el otro se separó del profeta, un león le salió al encuentro y lo mató.
37 Después se encontró el profeta con otro hombre, y le pidió también que lo hiriera, y aquel hombre lo golpeó y lo hirió.
38 Entonces el profeta fue a esperar al rey en el camino, disfrazado con un vendaje sobre los ojos.
39 Y cuando el rey estaba pasando, el profeta le dijo en voz alta:—Este servidor de Su Majestad marchó al frente de batalla, y de entre las filas salió un soldado y me trajo un prisionero. Me pidió que me hiciera cargo de él, advirtiéndome que, si se me escapaba, yo le respondería con mi vida o tendría que pagarle tres mil monedas de plata.
40 Y como este servidor de Su Majestad se entretuvo con otras cosas, el prisionero se me escapó.El rey de Israel le contestó:—Tú mismo te has declarado culpable, y has pronunciado tu sentencia.