4 Pero los jefes filisteos se enojaron con Aquís, y le dijeron:—Pues ordénale que se vaya al lugar que le has dado y que no nos acompañe en la batalla; no sea que se convierta en nuestro enemigo en medio del combate. ¡La mejor manera que él tendría de quedar bien con su señor sería presentándole las cabezas de estos soldados!
5 ¡Éste es el mismo David de quien cantaban en las danzas: “Mil hombres mató Saúl, y diez mil mató David”!
6 Entonces Aquís llamó a David y le dijo:—¡Tan cierto como que el Señor vive, que tú eres un hombre recto! Y me ha gustado mucho la forma en que te has portado en el campamento. No he encontrado nada malo en ti desde el día en que viniste a verme. Pero no les caes bien a los jefes filisteos,
7 así que regresa ahora tranquilo, para no hacer nada que les desagrade.
8 David le contestó:—¿Qué he hecho yo? ¿Qué ha visto en mí Su Majestad en todo este tiempo, que no me deja luchar contra sus enemigos?
9 Aquís respondió:—Yo estoy seguro de que eres tan bueno como un ángel de Dios, pero los jefes filisteos han decidido que no entres con nosotros en la batalla.
10 Por lo tanto, tú y los servidores de tu señor que han venido contigo se levantarán mañana, en cuanto amanezca, y emprenderán el regreso.