4 Conquistó las ciudades fortificadas de Judá, y llegó hasta Jerusalén.
5 Entonces el profeta Semaías se presentó a Roboam y a los jefes de Judá que se habían reunido en Jerusalén ante el avance de Sisac, y les dijo:—El Señor dice que ustedes lo han abandonado y que, por eso, él los abandona ahora en manos de Sisac.
6 Los jefes de Israel y el rey reconocieron humildemente:—¡El Señor tiene razón!
7 Al ver el Señor que se habían humillado, le dijo a Semaías: «Por haberse humillado, no los destruiré, sino que voy a librarlos dentro de poco, y no utilizaré a Sisac para descargar mi ira sobre Jerusalén;
8 pero van a quedar sometidos a él, y se darán cuenta de la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de otras naciones.»
9 Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén y se apoderó de los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Todo lo saqueó, y se llevó también los escudos de oro que había hecho Salomón.
10 El rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, y los dejó al cuidado de los oficiales de la guardia que vigilaba la entrada del palacio real.