4 Pero Dios, Rey de reyes, hizo que Antíoco se enojara contra ese criminal. Lisias demostró al rey que Menelao era el causante de todos los males; entonces el rey mandó que lo llevaran a la ciudad de Berea y que le dieran muerte en la forma que allí se acostumbra.
5 Hay en Berea una torre de veintidós metros de altura, llena de ceniza, provista de un aparato giratorio, inclinado por todas partes hacia la ceniza.
6 Cuando alguien comete un robo en un templo o algún otro crimen muy grave, le dan muerte arrojándolo de allí.
7 De esta manera, y privado de sepultura, murió el malvado Menelao;
8 y exactamente como lo merecía, pues había cometido muchos pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza son puros; así, en la ceniza encontró la muerte.
9 El rey Antíoco venía, pues, con la salvaje intención de causar a los judíos peores sufrimientos que su padre.
10 Al saberlo, Judas recomendó a la gente que orara al Señor día y noche, para que una vez más los ayudara, pues iban a perder la ley, su patria y el santo templo;