11 y que una parte era de Hircano, hijo de Tobías, personaje que ocupaba un cargo importante. Así pues, las afirmaciones del impío Simón eran falsas. Le explicó que todo el dinero depositado sumaba la cantidad de trece mil doscientos kilos de plata y seis mil seiscientos kilos de oro,
12 y que de ningún modo se podía cometer una injusticia con los que habían confiado en la santidad del lugar y en el carácter sagrado e inviolable de aquel templo venerado en todo el mundo.
13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes que había recibido del rey, insistía en que el dinero debía ser entregado al tesoro real.
14 En el día señalado por él, entró en el templo para hacer el inventario del tesoro, y en toda la ciudad hubo una gran preocupación.
15 Los sacerdotes, con vestiduras sacerdotales, estaban arrodillados delante del altar e invocaban a Dios, autor de la ley sobre los depósitos, y le suplicaban que guardara intactos los bienes de quienes los habían dejado allí.
16 El aspecto del sumo sacerdote impresionaba profundamente a quienes lo miraban: su rostro y la palidez de su semblante manifestaban la angustia de su alma;
17 el miedo y el temor que se habían apoderado de él mostraban a quienes lo miraban el dolor profundo de su corazón.