19 Las mujeres, vestidas de luto y con el pecho descubierto, llenaban las calles. De las más jóvenes, que ordinariamente eran obligadas a permanecer en su casa, algunas corrían hasta las puertas y otras subían a los muros o se asomaban por las ventanas,
20 y todas, con las manos levantadas al cielo, elevaban su oración.
21 Daba compasión ver a la gente, de rodillas y en desorden, y la preocupación del sumo sacerdote, presa de una gran angustia.
22 Mientras se hacían súplicas al Señor todopoderoso para que guardara intactos y seguros los depósitos de quienes los habían dejado en el templo,
23 Heliodoro se disponía a ejecutar su decisión.
24 Pero cuando él y sus acompañantes se encontraban ya junto al tesoro, el Señor de los espíritus y de todo poder se manifestó con gran majestad, de modo que a todos los que se habían atrevido a entrar los aterró el poder de Dios, y quedaron sin fuerzas ni valor.
25 Pues se les apareció un caballo, ricamente adornado y montado por un jinete terrible, que levantando los cascos delanteros se lanzó con violencia contra Heliodoro. El jinete vestía una armadura de oro.