12 y ordenó a sus soldados golpear sin compasión a los que encontraran y degollar a los que buscaran refugio en las casas.
13 Fue una matanza de jóvenes y ancianos, una carnicería de mujeres y niños, y un degüello de muchachas y niños de pecho.
14 En sólo tres días, el total de víctimas fue de ochenta mil: cuarenta mil murieron asesinados, y otros tantos fueron vendidos como esclavos.
15 No contento con esto, el rey se atrevió a penetrar en el templo más sagrado de toda la tierra; y Menelao, traicionando las leyes y la patria, le sirvió de guía.
16 Con sus manos impuras tomó el rey los vasos sagrados, y robó las cosas que otros reyes habían ofrecido para el engrandecimiento, la gloria y la dignidad del templo.
17 Antíoco estaba lleno de orgullo y no entendía que, a causa de los pecados de los habitantes de Jerusalén, el Señor se había enojado por poco tiempo y parecía haberse olvidado del santuario.
18 Si los judíos no hubieran cometido tantos pecados, Dios hubiera castigado a Antíoco desde el primer momento y lo hubiera hecho desistir de su audacia, como lo había hecho con Heliodoro, a quien el rey Seleuco envió para inspeccionar el tesoro del templo.