19 Pero tú, que te has atrevido a luchar contra Dios, no pienses que quedarás sin castigo.»
20 Pero mucho más admirable aún y digna de glorioso recuerdo fue la madre, quien, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, lo sobrellevó todo con fortaleza de alma, sostenida por la esperanza en el Señor.
21 Animaba a cada uno hablándole en su idioma materno y llena de nobles sentimientos, y uniendo un ardor varonil a sus reflexiones maternales, les decía:
22 «No sé cómo aparecieron ustedes en mis entrañas; no fui yo quien les dio la vida y el aliento, ni quien organizó su cuerpo.
23 Es el creador del mundo, que hizo todas las cosas, quien forma al hombre desde el primer momento. Él, en su misericordia, les devolverá la vida y el aliento, pues ustedes, por las leyes de Dios, no piensan en ustedes mismos.»
24 Antíoco creyó que ella se burlaba de él y sospechó que lo estaba insultando. Como el más joven estaba aún con vida, el rey no sólo trataba de convencerlo, sino que con juramento se comprometió a hacerlo rico y dichoso, y a contarlo entre sus amigos y confiarle altos cargos, si se apartaba de las leyes de sus antepasados.
25 Pero el joven no hizo caso. Entonces el rey mandó a la madre que aconsejara al joven que salvara su vida.