21 Animaba a cada uno hablándole en su idioma materno y llena de nobles sentimientos, y uniendo un ardor varonil a sus reflexiones maternales, les decía:
22 «No sé cómo aparecieron ustedes en mis entrañas; no fui yo quien les dio la vida y el aliento, ni quien organizó su cuerpo.
23 Es el creador del mundo, que hizo todas las cosas, quien forma al hombre desde el primer momento. Él, en su misericordia, les devolverá la vida y el aliento, pues ustedes, por las leyes de Dios, no piensan en ustedes mismos.»
24 Antíoco creyó que ella se burlaba de él y sospechó que lo estaba insultando. Como el más joven estaba aún con vida, el rey no sólo trataba de convencerlo, sino que con juramento se comprometió a hacerlo rico y dichoso, y a contarlo entre sus amigos y confiarle altos cargos, si se apartaba de las leyes de sus antepasados.
25 Pero el joven no hizo caso. Entonces el rey mandó a la madre que aconsejara al joven que salvara su vida.
26 Tanto le insistieron, que ella al fin consintió en hablar a su hijo.
27 Se inclinó hacia él y, burlándose del cruel tirano, dijo al hijo en su lengua materna: «Hijo, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en mi seno, que te di el pecho durante tres años, y que te he criado y educado hasta la edad que ahora tienes.