26 Tanto le insistieron, que ella al fin consintió en hablar a su hijo.
27 Se inclinó hacia él y, burlándose del cruel tirano, dijo al hijo en su lengua materna: «Hijo, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en mi seno, que te di el pecho durante tres años, y que te he criado y educado hasta la edad que ahora tienes.
28 Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra, que veas todo lo que hay en ellos y entiendas que de la nada Dios lo hizo todo; y que de la misma manera creó el género humano.
29 No temas a este verdugo; muéstrate digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que por la misericordia de Dios yo te recobre junto con ellos.»
30 Todavía estaba ella hablando, cuando el joven dijo: «¿Qué esperan ustedes? No obedezco las órdenes del rey; obedezco los mandamientos de la ley que Dios dio a nuestros antepasados por medio de Moisés.
31 Y tú, rey, autor de todos los males que afligen a los judíos, no escaparás de las manos de Dios.
32 Nosotros sufrimos por nuestros propios pecados.