30 Entonces el rey le ordenó:—Colócate a un lado y quédate ahí.Ahimaas lo hizo así.
31 En aquel momento llegó el etiope, y dijo:—Reciba estas buenas noticias Su Majestad: hoy el Señor ha hecho justicia a Su Majestad, librándolo del poder de todos los que se rebelaron contra Su Majestad.
32 El rey preguntó al etiope:—Y el joven Absalón, ¿está bien?El etiope contestó:—Ojalá que los enemigos de Su Majestad y todos los que se rebelen contra Su Majestad y busquen su mal, acaben como ese muchacho.
33 El rey se conmovió, y subiendo al cuarto que estaba encima de la puerta, se echó a llorar. Y mientras caminaba, decía: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío! ¡Ojalá yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío!»