13 Entonces ellos siguieron diciendo:—Pues Daniel, uno de esos judíos desterrados, no muestra ningún respeto por Su Majestad ni por el decreto publicado, ya que lo hemos visto hacer su oración tres veces al día.
14 Al oír esto, el rey quedó muy triste, y buscó la manera de salvar a Daniel. Hasta la hora de ponerse el sol hizo todo lo posible para salvarlo,
15 pero aquellos hombres se presentaron otra vez al rey y le dijeron:—Su Majestad sabe bien que, según la ley de los medos y los persas, ninguna prohibición o decreto firmado por el rey puede ser anulado.
16 Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel y lo echaran al foso de los leones. Pero antes que se cumpliera la sentencia, el rey le dijo a Daniel:—¡Que tu Dios, a quien sirves con tanta fidelidad, te salve!
17 En cuanto Daniel estuvo en el foso, trajeron una piedra y la pusieron sobre la boca del foso, y el rey la selló con su sello real y con el sello de las altas personalidades de su gobierno, para que también en el caso de Daniel se cumpliera estrictamente lo establecido por la ley.
18 Después el rey se fue a su palacio y se acostó sin cenar y sin entregarse a sus distracciones habituales; además, no pudo dormir en toda la noche.
19 Tan pronto como amaneció, se levantó y fue a toda prisa al foso de los leones.